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Jordi Cervera

VOLUNTARIOS

Voluntarios que han ofrecido su ayuda a personas refugiadas nos narran sus experiencias en esas circunstancias. Esta es la cara más tierna y esperanzadora para todas aquellas personas que se han visto obligadas a huir de su país a causa de un conflicto, persecución o violación de derechos humanos. Contamos con las historias de Lídia y Anna, que fueron a hacer un voluntariado a un hotel ocupado de Grecia, y de Jordi Cervera, voluntario en la ONG Operativa Open Arms. Gracias a personas voluntarias como ellos, dispuestos a socorrer a otros, vemos reflejada la calidad humana de las personas. 

Jordi Cervera, voluntario en la ONG Proactiva Open Arms, colabora con esta organización que ayuda a los refugiados en Lesbos. Gracias a a su testimonio podemos tener una clara visión de un voluntariado dedicado a personas refugiadas, él nos relata detalladamente su experiencia y nos transmite la solidaridad en situaciones duras y extremas como las que ha vivido ayudando a esas personas. Afirma que todo lo que ha vivido “no te deja opción a poner en duda los valores humanos que tiene el mismo ser humano, no hay ninguna raza más que la otra, creo que es el ser humano que cuando se encuentra al límite decide compartir”. Entre tantas cosas, destaca que una de las lecciones aprendidas gracias a las personas refugiadas es que “con amor se solucionan muchos de los problemas que hay allí”.

 

A continuación, podremos escuchar de primera mano sus declaraciones:

Jordi Cervera - Entrevista
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"Cuando te llegan estas sonrisas y estos abrazos, no tiene precio" - Jordi Cervera
“Ojalá poder permitirme dejar todo lo que tengo aquí para volver”
- Lídia Marquès y Anna Carles

Lídia Marquès y Anna Carles fueron a hacer un voluntariado en un hotel ocupado de Atenas, en el que se encargaban de la cocina del centro. Este hotel se llama City Plaza  y actualmente es un centro donde acogen a algunas familias y personas refugiadas que llegan a Grecia.

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Fueron allí como proyecto anual de su cau, una entidad de educación de ocio que pretende ser motor de cambio en el entorno más cercano mediante el trabajo con niños y jóvenes. Según nos cuentan, su experiencia “fue un ejemplo de cómo la vida te puede tratar muy mal”. Su principal interés en ir allí era el poder estar cara a cara con la situación que veían en la televisión y la necesidad de ayudar. Para ellas, esto fue un golpe de realidad e hizo que su perspectiva sobre el tema cambiara radicalmente, ahora dicen que son “más conscientes”.

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Lídia y Anna con sus compañeras en el Hotel Plaza de Atenas

Destacan que “lo más complicado del papel del voluntario es la gestión emocional” y explican su experiencia con muestras agradecimiento hacia la experiencia que vivieron, con indignación por el hecho de formar parte de una sociedad que los criminaliza y con impotencia por no poder hacer nada al respecto.

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